En el 2012 estábamos en pleno juicio por delitos de lesa humanidad. A la par transcurrían las excavaciones realizadas por el Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF) en el Cuadro 33 del Cementerio de Capital, en Mendoza.
Todo lo que habíamos investigado en esta búsqueda de años lo íbamos entregando a la Unidad Fiscal de Investigación de estos delitos.
«Escribir fue, como siempre, una manera de transitar ese tiempo, de darlo a conocer a quienes no lo habían vivido y de conectar con la comunidad en un lenguaje transformador como es el del arte».
¿Cómo trasmitir tanta información que teníamos, lo que nos dijeron del nacimiento del niño, de los lugares en que arrojaban los cuerpos? ¿Cómo hablar de lo terrible y no invocar la desesperanza? El arte, el relato venían en mi ayuda. El sendero perfumado de jarilla me ayudaba a encontrar sentido y a compartir lo que guardaba en el alma.
El libro tuvo su versión teatral y junto con Alberto Muñoz y la dirección de Enrique Lucero estrenamos en el Teatro Quintanilla, en Mendoza.
«El sendero de la jarilla» también se encuentra en formato libro (novela).
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